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Teatrito Rioplatense de Entidades
«Ya se sabe: la distancia que separa la ficción de la realidad es tan sólo un velo que podemos arrancar y volver a proyectar cuantas veces se nos ocurra. En el teatro, en la escritura, las reglas son infinitas, pero el desafío sigue siendo uno solo: vadear un río lleno de cocodrilos como quien tararea una cancioncilla de amor. Si digo que Lola Arias, en estas tres obras, lo ha conseguido, ¿quién —entre la jerarquía de los enamorados o los caimanes— lo podría dudar? Cuando el mundo ha terminado, no queda más que sentarse a escribir. No importa dónde estemos: una ciudad sitiada por la pobreza o un ring de box, una sala de baile o una habitación de hotel… siempre es el fin del mundo y hay un espejo en el que podemos mirarnos como el otro (el que escribe) nos ve. Siempre hay un revólver que nos apunta, una última prenda que está por caer, un bebé entre los escombros, un teléfono que no para de sonar. Siempre es el fin del mundo, muy bien, y después, ahora –se preguntan los personajes de Lola Arias– ¿qué sigue? ¿Frases bien compuestas de pornografía pura? ¿Dioramas con todas las escenitas del amor pintadas? Desde luego, toda esta gente que juega a la ruleta rusa como si jugara a la payana; organiza concursos de llanto; habla con la Belleza, se suicida y luego se pone a bailar y cantar… toda esta gente, podríamos pensar, está completamente loca. No obstante, su exhibicionismo es sincero y nos conmueve, del mismo modo que sólo un parpadeo nos separa de ellos.»
Walter Cassara
Autor: Lola Arias
Editorial: Entropía
Tema: Teatro
TRILOGIA. Striptease / Sueño con revólver / El amor es un francotirador
«Ya se sabe: la distancia que separa la ficción de la realidad es tan sólo un velo que podemos arrancar y volver a proyectar cuantas veces se nos ocurra. En el teatro, en la escritura, las reglas son infinitas, pero el desafío sigue siendo uno solo: vadear un río lleno de cocodrilos como quien tararea una cancioncilla de amor. Si digo que Lola Arias, en estas tres obras, lo ha conseguido, ¿quién —entre la jerarquía de los enamorados o los caimanes— lo podría dudar? Cuando el mundo ha terminado, no queda más que sentarse a escribir. No importa dónde estemos: una ciudad sitiada por la pobreza o un ring de box, una sala de baile o una habitación de hotel… siempre es el fin del mundo y hay un espejo en el que podemos mirarnos como el otro (el que escribe) nos ve. Siempre hay un revólver que nos apunta, una última prenda que está por caer, un bebé entre los escombros, un teléfono que no para de sonar. Siempre es el fin del mundo, muy bien, y después, ahora –se preguntan los personajes de Lola Arias– ¿qué sigue? ¿Frases bien compuestas de pornografía pura? ¿Dioramas con todas las escenitas del amor pintadas? Desde luego, toda esta gente que juega a la ruleta rusa como si jugara a la payana; organiza concursos de llanto; habla con la Belleza, se suicida y luego se pone a bailar y cantar… toda esta gente, podríamos pensar, está completamente loca. No obstante, su exhibicionismo es sincero y nos conmueve, del mismo modo que sólo un parpadeo nos separa de ellos.»
Walter Cassara
Autor: Lola Arias
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